diofav 23

Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina
Pin It

CHARLOTTE ­— Cumpliendo un deseo personal, el de acudir a la novena en memoria de su madre fallecida hace poco más de un año, el Padre Hugo Medellín, sacerdote de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, viajó a Ciudad Fernández, su pueblo natal, ubicado en el estado San Luis Potosí, México, a poco más de 80 millas de la ciudad capital del estado, nombrada bajo la advocación de su santo patrón, San Luis, Rey de Francia.

051019 fr hugoEl Padre Hugo Medellín, al centro de camisa azul, con sus hermanos Saúl (izquierda) y Susana (derecha), acompañados del director del Museo Regional Cristero, Luis Eusebio Reinos, durante su peregrinación a San Julián, Jalisco, México. (Foto proporcionada por el padre Hugo MedellÍn)

“Quería celebrar las costumbres de mi país. Mi madre falleció el 16 de marzo del año pasado y solo pude estar allá el día siguiente”, recuerda con tristeza el P. Medellín.

Como es tradición en numerosos países latinoamericanos, los familiares recuerdan al pariente fallecido con una novena para honrar su memoria, la que inicia nueve días antes de la fecha de aniversario del fallecimiento.

Tras la novena, después de descansar una semana, partió a visitar las localidades de Santa Ana de Guadalupe y San Julián, estado de Jalisco. El viaje, que realizó acompañado por familiares, respondió a la sugerencia de una parroquiana en Charlotte que, en una ocasión después de escucharlo predicar sobre los santos mártires mexicanos, le dijo “usted tiene que ir a Santa Ana y San Julián”.

VISITA A SAN JULIÁN

Relata la historia que, en agosto de 1926, los obispos de México decretaron la suspensión del culto público por los terribles atropellos que cometía el gobierno contra la Iglesia, hechos que dieron inicio a las persecuciones contra los católicos y que desencadenaría en una lucha conocida como “la Guerra de los Cristeros”.

San Julio Álvarez, como muchos otros sacerdotes, decidió permanecer en su parroquia y atender desde la clandestinidad a sus feligreses. Entregado a su ministerio de cura rural, camino de un rancho, fue reconocido como sacerdote y apresado por miembros del ejército.

Allí inició su camino hacia el martirio. Fue llevado en medio de incomodidades a Villa Hidalgo, Aguascalientes, León y por último a San Julián.

El 30 de marzo de 1927 fue colocado sobre un montón de basura para ser fusilado y dijo suavemente: “Voy a morir inocente. No he hecho ningún mal. Mi delito es ser ministro de Dios. Yo les perdono a ustedes. Sólo les ruego que no maten a los muchachos porque son inocentes, nada deben”. Cruzó los brazos y esperó la descarga.

El cadáver fue abandonado en la basura. Los habitantes de San Julián recuperaron el cuerpo, lo vistieron con una sotana, lo velaron y luego lo enterraron, sin celebración de Misa pues no habían ya sacerdotes en las cercanías.

En los lugares donde lo aprehendieron y martirizaron se colocaron placas recordatorias. Sus restos, años más tarde, fueron trasladados a Mechoacanejo.

“Su dignidad de sacerdote fue devuelta por la gente, después de haber sido despojado de ella por los soldados”, explicó el Padre Hugo, a quien lo esperaba una otra misión no poco importante.

Antes de salir de Charlotte, varios parroquianos, al enterarse de su viaje, le pidieron que, por favor, comiera por allá unos tacos a su nombre, ya que ellos no pueden viajar a México por su condición migratoria. “Yo, como un humilde siervo, hice caso y me comí todos los que pude para cumplir esos deseos”, dijo sonriente.

SANTA ANA DE GUADALUPE

051019 Fr Hugo2En Santa Ana de Guadalupe, municipio de Jalostotitlán, Jalisco, lugar de nacimiento de Santo Toribio Romo González, fue edificado y consagrado el Santuario de Santo Toribio, en el cual se encuentran sus restos y los de otros mártires cristeros.

“Se ha reconstruido una pequeña casa de adobe con solo dos cuartos donde vivió con la familia de sus padres. Donde estaba su casa hoy es un pequeño santuario”, relató el Padre Hugo.

El 24 de junio de 1926, escribió el santo, “diez veces he tenido que huir escondiéndome de los perseguidores, unas salidas han durado quince días otras ocho... unas me han tenido sepultado hasta cuatro largos días en estrecha y hedionda cueva; otras me han hecho pasar ocho días en la cumbre de los montes a toda la voluntad de la intemperie; a sol, agua y sereno. La tormenta que nos ha mojado, ha tenido el gusto de ver otra que viene a no dejarnos secar, y así hasta pasar mojados los diez días...”.

El 25 de febrero de 1927 soldados federales irrumpieron en el lugar donde se hallaba escondido y dispararon contra él. Una segunda descarga logró derribarlo y su hermana María lo tomó en sus brazos gritándole al oído: “Valor, padre Toribio... ¡Jesús misericordioso, recíbelo! y ¡Viva Cristo Rey!” El padre Toribio le dirigió una mirada con sus ojos claros y murió.

Sus verdugos, no contentos con matarlo, maltrataron el cadáver. Su familia consiguió permiso de velarlo en su casa y al día siguiente, domingo 26 de febrero, con mucha gente que rezaba y lloraba, lo sepultaron en el panteón municipal.

Para el Padre Hugo Medellín, asistir a la novena de su madre y peregrinar hacia estos lugares ha sido un regalo muy grande, además de un deseo hecho realidad.
Para más adelante, de la misma manera, “más personal”, a su tiempo, sin apuros, espera cumplir su anhelo de visitar el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Ciudad de México.
—César Hurtado, Reportero Hispano