ASHEVILLE — Cada vez que Nancy Arely Blanco asistía a Misa con su pareja y cuatro hijos, el momento de la comunión era de suma tristeza para ella. Pese a contar con todos los sacramentos y estar casada por lo civil, solo le faltaba estar casada por la Iglesia.
Las lágrimas asomaban en sus ojos y calladamente se repetía una y otra vez que algún día recibiría la Sagrada Eucaristía.
Ese día finalmente llegó el pasado sábado 13 de julio a las 11 de la mañana.
Nancy y su esposo, Guilian Castillo, junto a otras siete parejas, recibieron el sacramento del matrimonio en una boda comunitaria que se celebró nada menos que en la Basílica de San Lorenzo en Asheville, una de las más hermosas de Estados Unidos y muy requerida por novios dentro y fuera de la Diócesis de Charlotte.
Primera boda comunitaria post COVID
Esta fue la primera boda comunitaria desde los tiempos de la pandemia del Covid-19, explicó Antonio García, coordinador del ministerio hispano de la Vicaría de Asheville. Anteriormente se realizaron bodas comunitarias en varias ocasiones, muchas de ellas en la basílica y también en Hendersonville.
“La idea es de poder facilitar un poco los gastos que pueden incurrir las parejas al momento de casarse, y de esta manera motivar a quienes se encuentran viviendo en unión libre, o casados por la vía civil, a que se animen a contraer matrimonio y vivan plenamente su vida católica”.
La preparación para estas parejas se extiende por seis meses. “Tienen que pasar por el taller de formación matrimonial, la revisión de documentación en regla y otros detalles. Es muy bonito porque reunimos a todos al mismo tiempo, y de paso se facilita el espacio a la parroquia que no tiene que estar organizando diferentes bodas”, dijo García, que espera realizar una nueva boda comunitaria en la basílica durante la primavera de 2025.
Para muchas parejas de la comunidad, comenta García, “casarse en la Basílica de San Lorenzo es ‘como un sueño’ y, especialmente con una donación tan baja que, de otra manera, sería imposible poderla costear”.
“Debemos mantener abierta la opción de realizar este tipo de celebración de bodas comunitarias pues ayuda con la organización de los calendarios de las parroquias y los sacerdotes. Se me hace muy bonito, muy comunitario”, añadió.
El Padre Nohé Torres, vicario y celebrante de la Misa, dijo que la dimensión comunitaria motivó a unirse a muchas parejas que, por diferentes motivos no estaban casadas por la Iglesia, y que recibieron un gran apoyo por parte del párroco, Monseñor Roger Arnsparger, “todos nosotros y la comunidad entera”. Además, señaló, atrajo a muchas otras personas “como familiares y amigos que nunca llegaban a Misa”, y “todos entendieron que no se trataba de un evento social únicamente, sino de un sacramento que une a las parejas que se casan por amor, para siempre, bajo el mandato de Dios, como un llamado a vivir plenamente su vida católica”.
Oportunidad única
En el caso de Guilian y Nancy, ambos de origen salvadoreño, el anhelo de quererse casar llegó tras un retiro al que asistió Nancy, tras la insistencia de los que fueron sus padrinos de velación: Ruth y Manuel.
“Yo me quería casar, y se lo decía a Guilian. Pero los gastos y la economía no nos permitían hacerlo”.
Tiempo después, tras asistir a un retiro de evangelización, Guilian le prometió a su mujer que se casarían tan pronto como se presentara la ocasión propicia.
Y la oportunidad llegó con la boda comunitaria.
Para Guilian y Nancy la boda fue “algo muy hermoso”. Con pocos familiares cercanos, se sintieron “como en familia” en compañía de las otras parejas.
“Estoy agradecida con la Virgen por este paso tan importante, y con Dios por la ayuda que nos envió a través de la comunidad y nuestros padrinos”. Pero, lo que hasta el momento la tiene muy conmovida, fue el momento en que se acercó a entregar su ramo de rosas a la Virgen María. “No lo olvidaré nunca”, añadió.
-César Hurtado