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Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina
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Acoge, promueve compañerismo y da la bienvenida

072624 Vincentian kitchen Un miembro del equipo de preparación de pupusas se encarga del paso final, llevarlas a la plancha para su cocción. En la imagen a la izquierda, al frente de la cocina, Stefanie y Roberto Rodríguez, uno de los coordinadores, en un breve descanso entre dos de las más de cinco Misas que se ofrecen el domingo en la parroquia. Demás está decir que necesita llegar temprano a Misa para encontrar un espacio de estacionamiento disponible. (César Hurtado | Catholic News Herald) CHARLOTTE — Son las 4:30 de la mañana del domingo. Solo la luz del alumbrado público permite ver entre las sombras la silueta de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe y el monumento a la Morenita del Tepeyac en su rotonda de entrada.

Esta es la hora en la que arriban los integrantes del equipo de ventas de tamales, atole y champurrado, delicias que demandarán los fieles que asisten a la primera Misa de la mañana.

Más tarde, pasadas las 7, un numeroso grupo de voluntarios y coordinadores se integrarán para, desde la Cocina Vicentina, preparar y ofrecer las exquisitas pupusas salvadoreñas, desayunos americanos y mexicanos y otros sabrosos platillos tradicionales que extrañamos los inmigrantes provenientes de todo Latinoamérica.

COCINA VICENTINA

El origen de la Cocina Vicentina, llamada así en memoria de San Vicente de Paúl, fundador de la Congregación de la Misión, comunidad religiosa que conduce los destinos de la parroquia Guadalupe, se remonta a la segunda mitad de la década de los años ’90, cuando el Padre Vicente Finnerty, por aquella época a cargo del ministerio hispano de la diócesis, vio la necesidad de ofrecer a los fieles las condiciones para que se reúnan al término de la Misa, compartan y construyan una comunidad respetando su riqueza cultural y profundo catolicismo.

Los fondos recaudados se utilizaron entonces para el sostenimiento de la parroquia y el pago de la renta del gimnasio que se alquilaba en la avenida Shenandoah para celebrar Misa. El dinero permitió que años después, con los ahorros y el esfuerzo de la comunidad, se entregara el pago inicial del terreno del nuevo templo que se construyó en la calle Tuckaseegee, al suroeste de la ciudad.

ACCIÓN SOCIAL

La Cocina Vicentina no solo ofrece comida latina. Es una vía para compartir cultura, comunidad y fe. Abrazando la cocina tradicional, la parroquia nutre cuerpos y almas, abriendo un espacio que acoge a todos a participar en la riqueza de la cultura hispana.

El compartir la mesa fomenta el compañerismo e invita a que los feligreses conversen, establezcan relaciones y den la bienvenida a los recién llegados.

El aroma de la cocina casi se puede decir que alimenta. Evoca recuerdos de fiestas familiares y religiosas que extrañamos. Solo probar un platillo nos transporta a la casa en que crecimos, nos recuerda a mamá y nos arranca una lágrima.

VOLUNTARIADO EFECTIVO

Mauricio Hernández, salvadoreño, recuerda el inicio de este ministerio. “La gente llegaba con hambre, había necesidad de recursos, y cuatro voluntarios comenzamos a preparar pupusas. Yo no sé, pero nuestras pupusas tienen algo especial. Aquí trabajamos 10 equipos de 12 personas que nos rotamos”, dijo y subrayó que las pupusas no solo llevan masa, chicharrón y queso, sino también “una dosis de amor”.

Otro voluntario de aquella época, Don Guillermo Ceballos, es uno de los personajes más conocidos en toda la parroquia. “Al compartir con los hermanos, con la gente, ni se siente el día.

Mientras Dios nos de fuerza, hay que darle a la Iglesia nuestro tiempo, talento y tesoro. Yo no tengo tesoro, pero doy mi tiempo y mi talento”, dijo.

Stefanie (publicamos solo su nombre para proteger su identidad), una joven ecuatoriana profesional en contabilidad, tiene solo tres meses de haber llegado a Charlotte huyendo de la violencia generalizada en su país. Cruzó Sudamérica, Centroamérica y México con su madre e hijo de dos años. Llegó a “la Lupita” solicitando ayuda de despensa. “Me encontré con un ángel, la Sra. Gloria Sierra en la recepción. Me atendió con cariño, me ayudó a conseguir trabajo, me trató como una hija”, dijo. Desde entonces es voluntaria los domingos en la cocina.

Mientras espera su regularización migratoria, trabaja en labores de limpieza. “No me importa”, anota, “estoy feliz porque estoy tranquila con mi madre y mi hijo. Eso no tiene precio”.

Nicolás García, su esposa Tania Ramírez y sus dos hijos: Joshua y Tadeo, llegaron a la parroquia en 2013 y son voluntarios desde 2017. “Es una bendición para nosotros estar juntos en familia dando un poco de tiempo para el bienestar de la comunidad”, dijo la Sra. Ramírez.

Una pareja llegada de California, Doña Luisa y Don José Castillo ya llevan siete años de voluntariado. Ellos se encargan de preparar los desayunos americanos y mexicanos.

“En 2010 perdimos nuestra casa con la recesión y tomamos la decisión de venir a Charlotte. El plan de Dios es perfecto. Se nos abrieron las puertas en muchos aspectos”, dijo Doña Luisa.

“Dios nos ha dado tanto que hay que agradecerle de alguna manera. Nos gusta mucho ayudar de cualquier forma”, añadió don José.

TRABAJO COORDINADO

Consuelo Herrera, Mónica Cajero y Roberto Rodríguez coordinan el trabajo de toda la semana con diferentes tareas.

La cocina, durante las clases de catequesis, abre miércoles, jueves y viernes por la tarde, y sábado y domingo todo el día. Además, atiende en fechas especiales como la fiesta de la Virgen, procesiones y otras actividades con la ayuda de los 42 ministerios de la parroquia que se turnan en el servicio.

Para los voluntarios, el servicio es un momento de familia. “Esta es nuestra familia. Venimos a colaborar y a estar con la familia. Es hermoso ver que se reúnen para compartir después de la Misa”, dijo Rodríguez.

Para la Sra. Verónica Rivera, su esposo y cinco hijos, llegar a la cocina es una tradición. “Venimos en familia a Misa todos los domingos y luego desayunamos. Enseñamos a nuestros hijos la riqueza de nuestra fe y a dar gracias a Dios por lo que nos da cada semana”, dijo la Sra. Rivera.

Rodríguez afirmó que por casi cuatro años la comunidad vicentina le entregó un tiempo de formación vocacional, alimentación y estudios. “A través de mi servicio siento que estoy devolviendo algo del bien que he recibido y, hasta que Dios me de licencia, estaré aquí sirviendo”.

— César Hurtado

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