En el mes de la Herencia Hispana el Padre Marcos Lawlor relata su feliz encuentro con la cultura latina
CHARLOTTE — A veces me preguntan cómo llegué a hablar español. Bueno, en verdad, todavía estoy aprendiendo.
Sonrío mientras reflexiono sobre este viaje que se remonta a más de treinta años. En la escuela secundaria me dijeron que necesitaba estudiar otro idioma para ser aceptado en la universidad.
No sabía qué estudiar. Algunos de mis amigos habían tomado latín y recibido malos grados, así que consideré que ese idioma era demasiado difícil y me decidí por el español, el que estudié por dos años.
En aquellos días, el énfasis no estaba en el español conversacional, sino que era un comienzo básico. Ciertamente nunca imaginé hace muchos años que el español se convertiría en mi segundo idioma.
Necesidad de hablar Español
Hay algunas experiencias que ayudaron a dar forma a mi perspectiva durante mi formación al sacerdocio. En un viaje misionero, estaba con un sacerdote y un pequeño grupo para celebrar una Misa en un granero para algunos trabajadores migrantes en Arkansas. Treinta hombres hispanos vivían en este granero en condiciones muy humildes y trabajaban en las granjas de esa zona. Esa fue mi primera experiencia con migrantes.
Como seminarista, recuerdo haber ido a un hospital en Charlotte para llevar la comunión a un feligrés después de su cirugía. En el pasillo, una mujer me preguntó: “¿Es usted sacerdote?” Le respondí que no, pero que era seminarista. Ella me preguntó si podría visitar a su padre que estaba hospitalizado y si le podría llevar la Sagrada Comunión. Cuando entramos en el cuarto, ella dijo: “Somos de Bolivia y él sólo habla español”. Realicé un servicio de Comunión y ella tradujo al español lo que yo iba diciendo en inglés. Entonces pensé para mí mismo que debería aprender a comunicarme en español para mi futuro ministerio sacerdotal.
En otra ocasión, estaba en las montañas de Carolina del Norte rumbo a la parroquia en Spruce Pine. Acababa de detenerme para poner gasolina a mi coche y vi a seis hombres hispanos de pie junto a la carretera, aparentemente esperando por alguien que los lleve. En esa área, muchos hispanos trabajan para los cultivadores de árboles de Navidad. Pensé para mí mismo, “Esta es una zona rural. Me gustaría ir a hablar con esos hombres, pero no hablo español”.
En el seminario, tomé la decisión de aprender español. Me inscribí en dos clases de español general y luego en dos de español pastoral.
Manos a la obra
Después de mi ordenación en 1995, pensé que tendría uno o dos años para ingresar al Ministerio Hispano.
Mi primer pastor, el Padre Thomas Walsh, me dijo a mi llegada a la parroquia Sagrada Familia en Clemmons: “Bueno, Marcos, tienes la responsabilidad del ministerio aquí y también eres el capellán de nuestro Grupo de Jóvenes y de la Comunidad Hispana de Cristo Rey en Yadkinville”. Entonces, me di cuenta que no tenía un año o dos años para trabajar en ello y que tenía que tomar la responsabilidad de inmediato.
Las familias en Cristo Rey fueron muy amables y pacientes conmigo. Después de unos meses, reconocí mis limitaciones en la comunicación en español, especialmente con confesiones, homilías y consejos pastorales. Le pedí al Obispo Curlin que me permitiera participar en una escuela de idiomas en México por un mes. Él respondió: “Si su pastor lo aprueba, yo lo apruebo”.
Esa inmersión fue una gran experiencia para mí. Viví con una familia en Cuernavaca, México, asistí a clases y ayudé en una parroquia local. También visité catedrales, conventos, santuarios y sitios históricos. Esa inmersión me abrió los oídos al idioma y me ayudó a comprender y comunicarme mejor.
Larga trayectoria
En los últimos 25 años, he estado involucrado en el ministerio hispano en cada una de mis tareas. Después de Clemmons, serví en Winston-Salem, Biscoe, Jefferson, Sparta, Charlotte y ahora en Mooresville. Con los años, he celebrado más de 1,500 misas en español y probablemente he bautizado a unas 2,000 personas en español. También hay en la cuenta muchas celebraciones por la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, bendiciones de casas, quinceañeras, bodas y fiestas familiares.
Mis viajes a América Latina y el ministerio pastoral aquí en la diócesis han enriquecido enormemente mi vida y ministerio. Como pastor y como supervisor de seminaristas, siempre he alentado a los vicarios y seminaristas parroquiales a pasar un tiempo aprendiendo el idioma español y su rica cultura.
Con los años, he escuchado algunos comentarios negativos con respecto al Ministerio Hispano, pero estoy convencido de que vale la pena el esfuerzo. La participación en eventos como el Congreso Eucarístico demuestra la tremenda energía y fe de los muchos hispanos en nuestro medio.
Para mí, el viaje ha sido alegre.
— Padre Marcos Lawlor, Especial para catholic news herald
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Lea la historia sobre la instalación del Padre Mark Lawlor como pastor de la parroquia Santa Teresa en Mooresville.