Durante siglos la Iglesia Católica ha dedicado todo el mes de mayo a honrar a la Virgen María, la Madre de Dios.
¡Qué mes tan propicio! En el mes de las flores y la primavera celebramos también el día de las madres.
Tomando como referencia muchas fiesta paganas como la fiesta de Artemisa, en Grecia, o también la diosa Flora en Roma, nosotros los católicos celebramos a la Santísima Virgen María Madre de Dios, un alma dedicada que ofreció su vida al cuidado y servicio de nuestro Señor Jesucristo.
Teniendo esto en cuenta se me viene a la mente una señora de mi pueblo, ella era la sacristana de nuestra parroquia, se llamaba Lupita. Ese era su nombre, pero la llamaban de otras maneras, citando sus virtudes, como la que tenía mucha fe, la servidora, la jefa, la consejera.
Fui monaguillo por 6 años y todo esto lo escuchaba de la gente, principalmente de mi abuela, quien me aconsejaba que le hiciera mucho caso porque ella era una persona de confiar, una persona que podría orientarme a conocer mejor a Jesús. Claro que tenía que hacerle caso, ¡ella era la encargada de los monaguillos!
Pensando en ella y en la Madre Dios, la Santísima Virgen María, creo que esto es lo mismo lo que la Virgen quiere para nosotros: que nos dejemos orientar por ella, que sigamos sus consejos, que la escuchemos en nuestro corazón.
María nos cuida siempre y nos ayuda en todo lo que necesitemos. Ella nos ayuda a vencer la tentación, conservar el estado de gracia y la amistad con Dios para poder llegar al Cielo.
María es la Madre de la Iglesia, y hoy más que nunca debemos meditar sobre sus cuatro dogmas: su Inmaculada Concepción, su maternidad divina, su perpetua virginidad y su asunción a los cielos.
Así como recuerdo las virtudes de Lupita, la sacristana, deberíamos de ver más profundamente las virtudes de María. Yo siento que era una mujer de profunda vida de oración que vivía siempre cerca de Dios. Era una mujer humilde, es decir, sencilla.
Era generosa, se olvidaba de sí misma para darse a los demás, tenía gran caridad, amaba y ayudaba a todos por igual, era servicial, atendía a José y a Jesús con amor, vivía con alegría, era paciente con su familia y sabía aceptar la voluntad de Dios en su vida.
El diácono Enedino Aquino es el coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Greensboro.