Cuando rezamos el Santo Rosario, en el tercer Misterio Glorioso se dice: “La venida del Espíritu Santo”.
Algunas publicaciones traen consigo una ligera explicación sobre lo que esto significa haciendo mención del pasaje bíblico de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 2 versículo 4 que dice: “…todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les movía a expresarse.”
Pero como podemos ver, la palabra en sí, Pentecostés no se menciona y, aunque muchos rezamos el Santo Rosario diariamente (eso espero), lo vemos y lo menos que pensamos es que eso es Pentecostés.
Los apóstoles, por miedo a los judíos, se escondieron para orar y esperar la promesa que Jesús les hizo antes de su Ascensión a los cielos, de que era necesario que Él se fuera para enviarles el Espíritu Consolador que les daría a conocer toda la verdad.
Al igual que en la resurrección, que también Jesús les comunicó antes de su pasión y muerte, ellos todavía estaban incrédulos. Nosotros ahora lo sabemos porque la historia y la Biblia nos lo enseñan, pero ellos en su momento no tenían idea de lo que iba a pasar, mucho menos cuando.
Hoy sabemos que a los cincuenta días (‘pentecosté’ significa cincuenta en griego) después de la Resurrección y diez días después de la Ascensión, en el lugar donde estaban escondidos orando en compañía de María Santísima, se escuchó un fuerte viento y algo como lenguas de fuego se posó sobre sus cabezas.
Entonces se les abrió el entendimiento y empezaron a divulgar lo que sabían acerca de Jesús (El Evangelio) a los que estaban a su alrededor y en los idiomas que esas personas hablaban, de manera que todos los entendían y se sentían admirados de cómo ellos los entendían en sus propios idiomas (El reverso de la torre de Babel del Génesis).
Este evento tan maravilloso es considerado como el nacimiento de la Iglesia ya que, como dije, se empezó a difundir de inmediato “El Evangelio” a todas las Naciones ahí representadas por sus lenguas (idiomas).
Se les quitó el miedo a los apóstoles y a los discípulos que los acompañaban y salieron de su escondite para proclamar la Buena Nueva, empezando ellos mismos a vivir un nuevo modo de vida e invitando a todos a hacer lo mismo.
Hoy, nosotros, después de escuchar La Palabra De Dios, estamos conminados a cambiar nuestras vidas y seguir al Señor con la fe absoluta de que estamos en este mundo por pura Gracia del Padre que nos dio vida, con la certeza de que su hijo Jesucristo nos ha redimido de nuestros pecados y con la fe que el Espírito Santo nos ha concedido a través del bautismo y la confirmación.
Una vida nueva, una vida Divina, con la que esperamos llegar al final de nuestro peregrinaje por este mundo, a las puertas del cielo donde habitaremos en las moradas que Jesús prometió preparar para nosotros por toda la eternidad.
Pido al Padre que ese momento de partir a la eternidad nos encuentre a todos preparados para que unidos le podamos alabar sin cesar, junto con los Ángeles y Arcángeles, cantando todos en coro: “Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo, llenos están el Cielo y la Tierra de Su Gloria, Hosanna en el Cielo”.
El Diácono Carlos Medina sirve en la Catedral San Patricio de Charlotte.