Todos los que nacimos en hogares católicos, especialmente en los pueblos y campos de nuestra geografía nacional, en muchos sectores de la ciudad y en barrios populares, desde muy niños acompañamos a nuestros padres y abuelos en el rezo del Santo Rosario, que en esa época de la niñez poco entendíamos, hasta nos dormíamos o empezabamos a jugar, pero venía mamá con el ‘regañito’ o el ‘pellizquito’ y nos teníamos que poner en actitud de escucha.
Fuimos entonces aprendiendo, casi sin darnos cuenta, las oraciones de esta bella devoción y empezamos a repetirlas. Y los más decididos intentamos encorarlo delante de la familia, lógicamente nuestros padres y abuelos felices porque ya estábamos rezando el Santo Rosario.
Esto se fue haciendo devoción y ya nos llevaban a la iglesia y ahí lo rezabamos. Fuimos a la doctrina al templo y allí nos enseñaban más sobre él.
Durante nuestra juventud le perdimos mucho la pista y la recuperamos cuando llegamos a la edad adulta y nos comprometimos a enseñárselo a nuestros hijos y a participar de los movimietos marianos y grupos cuya misión era rezar el Santo Rosario. Fuimos madurando y aprendiendo más sobre esta bella devoción mariana.
Aprendimos, por ejemplo, que rezar el Santo Rosario no es simplemente repetir Padre Nuestro y Ave María, era rezarlo meditando los Misterios de la vida, pasión, muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Los misterios de nuestra fe, bajo la guía y acompañamiento de la Santísima Virgen María.
El rezo del Santo Rosario, especialmente en familia, nos trae muchas bendiciones del Señor. Nos une más como hermanos de un mismo hogar, nos hace sentir miembros orantes de la Iglesia y nos protege de males, peligros y tentaciones malignas. Rezando juntos nos sentimos más hijos de Dios en compañía de la Virgen del Cielo. También lo podemos rezar individualmente, en voz baja o mentalmente mientras trabajamos, vamos de viaje, caminamos por el parque, etc., y estaremos protegidos y acompañados por el Señor y la Virgen.
Hoy día hay una especie de florecimiento de esta devoción por medio de nuevos movimientos marianos, misiones, grupos de oración, misioneros del Santo Rosario, consagraciones al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María que los vemos en nuestra Diócesis, en la diferentes parroquias y vicariatos, acompañados siempre por los párrocos, sacerdotes, diáconos y líderes laicos de las mismas.
Que el Señor y la Santísima Virgen María nos sigan guiando, acompañando y fortaleciendo en la práctica y promoción de esta hermosa devoción del pueblo católico y, en especial, de nuesta Diócesis de Charlotte con sus vicariatos, parroquias y misiones paroquiales. Recordemos que, “rezar el Santo Rosario es meditar los Misterios de la fe de la mano de la Santísima Virgen María”.
El Diácono Darío García sirve como coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Statesville.