La Iglesia desde sus inicios ha sido generosa y fervorosa en el amor a Dios y al prójimo, en la oración y en la partición de los bienes materiales. Por ejemplo, en el Libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos como era la vida de los primeros cristianos.
Se nos narra que todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí, vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. Además, se nos dice que aquello que les animaba a vivir de tal modo era que todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón (Hechos 2, 44-46).
Desde sus inicios, la Iglesia ha dedicado tiempo y espacio para Dios, a la oración, y también para hacer las obras de caridad y misericordia a favor de los pobres y necesitados.
En este sentido católico, que nos llega como una herencia de fe y amor de los primeros cristianos, la Diócesis de Huánuco en Perú vive y celebra la fe con intenso fervor como lo hacían los primeros cristianos que alababan a Dios y eran muy estimados por todos (Hechos 2, 47). A su vez, la Diócesis se preocupa también de socorrer y atender las necesidades de aquellos hermanos y hermanas en necesidad.
Por ello, desde hace algunos años, se viene llevando a cabo, en la Diócesis de Huánuco, el proyecto del “Centro Médico Nuestra Señora de la Salud.” El centro médico está abierto a todos los pobres que son atendidos por nuestro equipo de médicos, enfermeras, obstetras, odontólogos, laboratoristas, psicólogos, técnicos, etc. Todos los días, alrededor de 300 personas, son curadas de diferentes enfermedades. Sin embargo, el proyecto aun está en marcha. Aun hay mucho por hacer.
Así mismo, en este Año Jubilar de la Misericordia, el Papa Francisco nos llama a escuchar el llanto de los ancianos ya que esta es la voluntad de Dios. En el Libro de los Salmos leemos la Palabra de Dios que encarna ese grito angustiante de los ancianos que piden ayuda: “No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones,” (Salmo 71, 9). Es el clamor del anciano, que teme el olvido y el desprecio. El Papa Francisco llama a la Iglesia a despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de hospitalidad que hagan sentir al anciano parte vida de su comunidad. Los ancianos son hombres y mujeres, padres y madres que estuvieron antes que nosotros en el mismo camino, en nuestra misma casa, en nuestra batalla por una vida digna. (Amoris Laetitia 191).
Animado por estas palabras del Papa Francisco, el Padre Oswaldo Rodríguez Martínez, Vicario General de la Diócesis de Huánuco, y por el amor a Dios y a los ancianos, ha abierto un asilo para los ancianos que son abandonados y descartados por la sociedad. El Padre Oswaldo está animando a nuestra sociedad huanuqueña a cuidar de los ancianos. Por ejemplo, el sábado 23 de julio del presente, ha realizado la segunda gran cruzada, en la ciudad de Huánuco, a favor de los ancianos “Mis abuelitos de Cochachinche.” Actualmente, hay 21 ancianos que han sido recogidos de las calles. Pero el proyecto está planificado para albergar a 40 ancianos.
El Padre Héctor Román Cruz y un servidor, hemos visitado la Parroquia de San Vicente de Paul, aquí en Charlotte, para presentar a los fieles estas obras de misericordia en las Misas del 30 y 31 de julio del presente. Con el corazón lleno de alegría a nombre de toda la Diócesis de Huánuco, agradecemos al Padre Mark, al Padre Casey, y a todos los fieles de la Diócesis de Charlotte por la amistad, la hospitalidad y el apoyo económico que han venido ofreciendo para las obras de misericordia en Huánuco.
El Padre Huver Navarro-Vigo es un sacerdote de la Diócesis de Huánuco, Perú, y está visitando la Parroquia de San Vicente de Paul en Charlotte hasta mediados de Agosto.