Como en toda familia, muchas veces lo que tenemos en nuestras vidas lo vemos y tomamos por un hecho que siempre estará ahí. Y por eso en ocasiones se nos olvida el ser agradecidos con nuestros seres queridos. Es hermoso el poder experimentar amor tan incondicional que nos llena de paz, alegría, esperanza, amor.
De la misma manera, muchas veces también se nos pasa dar gracias, ser agradecidos, solidarios con nuestra comunidad de fe, como lo es nuestra Santa Madre Iglesia. Tomemos un momento, solo un momento, para reflexionar el por qué es justo y necesario dar gracias.
Una de las gracias del Sacramento del Orden es que te invita a acompañar a diferentes grupos, apostolados, ministerios de las parroquias en las que uno sirve.
En la vicaría que acompaño, tengo la bendición de servir en varias parroquias, y el Señor en su gran misericordia me ha permitido ser testigo de tantas bendiciones de ver hermanos y hermanas que casi incógnitamente hacen, interceden, sirven, asisten, visitan a todo aquel necesitado de la presencia de Dios en sus vidas. Y por ellos doy gracias a Dios.
Te cuento de algunos de estos hermanos y hermanas: grupos de adoradores nocturnos que están toda la noche en vela adorando frente al Santísimo Sacramento, que están ahí en nombre de todos nosotros dando gloria a Dios, ofreciendo su presencia por nuestras necesidades, mientras nosotros descansamos en nuestros hogares. Por ellos doy gracias.
He visto en las Misas del mediodía de mi parroquia a misioneros que traen al altar las oraciones de tantos enfermos a los que vienen de visitar, llevando a sus hogares la buena nueva de que no están solos, que su iglesia los acompaña en su enfermedad. Veo estos hombres y mujeres con rostros alegres y cansados que huelen a oveja, que no tienen miedo al dolor ajeno, a la soledad del prójimo.
Los veo en Misa, a donde vienen a dar gracias al buen Dios por una misión cumplida. Por ellos doy gracias.
He visto y soy testigo de legionarias/os) de María que hacen su apostolado con fidelidad y amor al prójimo, legionarios/as que responden al llamado de la necesidad de tantos hermanos y hermanas que gritan en su soledad y su grito es escuchado y respondido por los fieles legionarios de María. Por ellos doy gracias.
Doy gracias a Dios por la Renovación Carismática, Emaús, Cursillistas, que son frutos del Espíritu Santo y que evangelizan a tantos hombres y mujeres que necesitaban cambiar sus vidas. Por ellos doy gracias.
Doy gracias por los catequistas que lo dan todo sin quedarse con nada, pues saben que en la entrega está la vida y son como el sembrador del evangelio que tira semilla sin importar el tipo de terreno, pues para ellos todo terreno es digno de la palabra del buen Dios de la vida. Por los catequistas doy gracias.
Por los ujieres en las Misas, porque son como esa sonrisa de Jesús que te recibe sin juzgarte y que te abre las puertas de la vida. Por ellos doy gracias.
Por nuestros jóvenes que se congregan y que quieren dar sentido a sus vidas dando frutos de misericordia, especialmente en el seno de sus familias. Estos jóvenes que quieren vivir la alegría del evangelio y que desean transformar sus comunidades y la sociedad en comunidades de fe, esperanza y amor. Por ellos doy gracias.
Por nuestras familias que luchan cada día la buena pelea y que mantienen la fe, que son levadura del Reino en la nuestra sociedad. Por ellos doy gracias.
Doy gracias por nuestros sacerdotes que lo dan todo sin medida por el bien de las almas, por nuestros diáconos que son bendición para nuestra Iglesia, por nuestros seminaristas y nuestras religiosas, buena nueva del evangelio encarnado en la realidad del pueblo.
Por esto doy gracias y te pido a ti hermano/a que des gracias conmigo por esta comunidad de fe en la que fuimos bautizados; porque en ella nuestro Dios se entrega a nosotros todos los días, aunque tú y yo no nos demos cuenta.
Y por eso, en esta celebración de Acción de Gracias, doy gracias a Dios.
El diácono Eduadaro Bernal es coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Charlotte.