Que hermoso es el mes de junio y que maravilloso poder integrarlo de una manera muy positiva en la vida parroquial.
De mis tesoros de los recuerdos puedo decirles que el mes de Junio era algo maravilloso en la parroquia a la cual asistía de niño. Primera cosa que nuestro párroco hacia era invitar a todos los de la confirmación a estar presentes y llevar un distintivo rojo. Todos los demás niños se les daba un listón rojo. Una imagen impresionante del Sagrado Corazón se ponía en medio de la Iglesia y se empezaba el rosario.
Ahora las niñas estaban en la parte de atrás y todos los varones en las bancas de enfrente, era algo tan natural para nosotros pues ya sabíamos que era el mes del Sagrado Corazón. En cada misterio los niños llevaban flores y en el último misterio todos llevábamos nuestro listón rojo que se nos había dado al inicio.
Como recuerdo las prisas que teníamos por llegar temprano a la parroquia, pues si llegabas tarde ya no te daban el listón y no tenías nada que ofrecer.
En este mes, al final de cada rosario, el sacerdote aprovechaba para hablarnos de la vocación a la vida sacerdotal y consagrada. Pedíamos por los sacerdotes de nuestra diócesis y sobre todo por los que iban a ser ordenados ese año.
Al final, el sacerdote llamaba a todos los jóvenes de la confirmación y les daba una bendición especial pues a finales de junio siempre teníamos las confirmaciones parroquiales.
Como me gustaría ver estas tradiciones en nuestras parroquias y volver a recuperar el sentido de la piedad popular. Yo pienso que estos momentos de piedad marcan nuestras vidas y si funcionan en gran escala pues tan solo de mi parroquia el año que yo me fui al seminario, salimos 8 jóvenes al sacerdocio y 4 señoritas a la vida religiosa.
La gran tentación es pensar que estas tradiciones ya se hicieron viejas, pero la gran pregunta que yo me hago continuamente es: con que las hemos reemplazado y la respuesta es que no estamos haciendo mucho por motivar a nuestros niños y jóvenes a proponerse las vocaciones a las que Dios podría llamarlos en sus vidas.
El Padre Julio DomÍnguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.