La piñata es una estructura de cartón o alambre cubierta de papel maché multicolor, usualmente con siete picos, que contiene golosinas y otros premios en su interior, y se cuelga de lo alto con una cuerda.
Las niñas y niños esperan turno para tomar un garrote y romperla. Cuando logran el objetivo, la piñata libera su contenido y todos se lanzan sobre él.
La piñata es un juguete infaltable en las posadas. Según nos explicó el Padre Fidel Melo, párroco de la iglesia San Santiago en Hamlet, fue utilizada por los primeros evangelizadores de los pueblos originarios en México, para enseñar la dinámica de la lucha contra el pecado.
“La piñata es la representación del mal, sus siete puntas son los siete pecados capitales, los adornos y colores aluden a las vanidades y engaños del mundo. La persona partiendo la piñata representa al creyente en la lucha contra el mal”, dijo.
Explicó que “el creyente, sin ver totalmente pues está con los ojos vendados, nada más creyendo ciegamente en Dios, lucha denodadamente buscando el mal, combatiéndolo en su vida, y, cuando lo logra y sale vencedor, recibe el premio de la gloria a través de las bendiciones que caen del cielo”.
Destacó que la lucha, pese a ser personal, se realiza en comunidad. En la piñata, “la gente está siempre alrededor de él y lo dirige. Con voces le marca si a la derecha, a la izquierda, arriba o abajo”.
El cántico tradicional es también una clara señal de la ayuda comunitaria. Una de sus estrofas dice: “Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”.
“La piñata es un juego comunitario, y más allá de celebrar nuestras tradiciones, es importante reencontrarnos como Iglesia, en comunión. En la evangelización, celebrar es la clave”, finalizó el Padre Melo.
— César Hurtado
CHARLOTTE — La comunidad colombiana se prepara para celebrar ‘la noche de las velitas’, un festejo de vigilia a la conmemoración de la Inmaculada Concepción que tradicionalmente sirve de apertura a la temporada navideña.
La fiesta se celebra el siete de diciembre. “Solo esperamos la caída del sol para poner nuestras velitas”, dice Leonardo Fierro, colombiano radicado en Charlotte con su esposa e hijo desde hace 4 años, quien recuerda practicar esta costumbre desde que tiene uso de razón.
Fierro refiere que cada miembro de la familia enciende, al menos, una velita que coloca en el borde de la vereda o acera del frente de su vivienda. “Cada vez que encendemos una velita expresamos un deseo, pidiéndole a la Virgen por nuestra salud y prosperidad”, añade.
El Padre José Camilo Cárdenas, párroco de la Iglesia Santísima Trinidad en Taylorsville, colombiano nacido en el departamento de Boyacá, afirma que la fiesta de las Velitas es una hermosa manera de esperar la celebración de la Inmaculada Concepción que se festeja mundialmente el 8 de diciembre.
“Se colocaba una bandera blanca con la imagen de la Virgen María y luego se encendían las velitas”, explica el Padre Cárdenas.
Aunque, explica, hoy en día el festejo en general se ha “distorsionado”, son muchas las familias que siguen la tradición.
“Luego de encender las velitas se reza el Rosario. Luego se ofrece una bebida llamada ‘pico de gallo’, que contiene un té de panela, frutas picadas, canela y caña de azúcar. Además ya se sirven las hallacas o tamales, que son típicas de la temporada navideña”, dijo el P. Cárdenas.
Fierro recuerda que, como el día 8 es siempre festivo, la fiesta se extiende por varias horas y se celebra con gran alegría.
“Cuando era niño (en su ciudad natal Neiva, departamento del Huila) la gente del vecindario se organizaba y decoraban las calles, la ciudad encendía el alumbrado especial instalado por navidad y quemaban mucha pólvora (fuegos artificiales). La casa también la decorábamos para la ocasión, poníamos el arbolito navideño, pero esperábamos hasta el 16 de diciembre, cuando comienzan las Novenas, para poner el nacimiento”, detalla.
Por otro lado, el P. Cárdenas afirma que, durante la Misa del 8 de diciembre por la Inmaculada Concepción, las niñas asistían, en su mayoría, vestidas de blanco y se les ofrecía la liturgia.
El origen de esta práctica se remonta a la bula Ineffabilis Deus que fue emitida en 1854 por el Papa Pío IX y donde se afirma que la Virgen María fue concebida sin pecado original. Se relata que en ese día los católicos de todo el mundo encendieron velas y antorchas para celebrar este acontecimiento.
En Colombia, desde 1854 el día de las velitas sirve para homenajear a la Virgen Inmaculada y es el comienzo oficial de las festividades navideñas.
En esta fecha las casas y calles de Colombia se iluminan con miles de velas multicolores, en medio de un gran ambiente de fiesta.
— César Hurtado